Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los dalubidos. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy una dalubida.
Disfrutando de mis preciosos días de vacaciones, algunos: oscuros, grises, infinitos… Me la pasaba leyendo sobre Julio Cortázar: “Historia de cronopios y de famas”, “La otra orilla”, “Casoar”. Y el que más me llamó la atención: “Axolotl”. No me podía llegar a imaginar convertirme en otro ser vivo; en otra persona. Aunque, de muchas maneras ya lo hacíamos al aparentar con nuestras máscaras y seguir a la manada para lograr sobrevivir (lo sé, me urgía un respiro).
Al mismo tiempo que ponía mis labios sobre la taza de café con leche me puse a investigar sobre animales en peligro de extinción, pero fuera de lo común. Sin encontrar nada me di un abrir y cerrar de ojos, pasar un tiempo sin pensar en nada ni en nadie. Me despedí de mi familia. Una vez que salí de casa, mis piernas empezaron a andar solas. Al echar un vistazo, me encontraba en el acuario. La gente absorta en ella misma, contemplaban los peces y pepinos de mar. No muy alejado de esas personas, se encontraba un lugar todo cálido y familiar, a la vez que frío, nuevo y cautivador. Y ahí los vi, unos animales que parecían partículas al igual que gigantescas pero de una forma intimidante, no sabia que hacer: abrazarlos o salir corriendo de aquel lugar. Sentí verme al espejo: perdiéndome en esos ojos café oscuro, su piel pálida a la vez que se ruborizaba a medida que me quedaba quieta, la frialdad con la que me miraba pero al mismo tiempo diciendo que le hablara. Luego de ese extraño inconveniente, me devolví corriendo a mi casa; me mantuve encerrada en mi habitación intentando encontrar una explicación a lo sucedido y ver que clase de animal era.
Ya había dado una semana desde que me tope con aquel animal fantástico y extraño (para mi es lo mismo), me obsesioné sin darme cuenta en lo que me estaba metiendo. Nunca fue fácil para mi “encajar” y nunca lo será. Por justo eso, estoy agradecida en este momento. Me agrada ser diferente, que los demás se sientan sacados de lugar al verme y conocer apenas la superficie de mi ser y darse cuenta de que no soy como nadie más. Así que me asustaba encontrar a alguien semejante a MI. Un terror oscuro, algo que simplemente me daba escalofríos cuando se me pasaba por la cabeza.
Mientras tanto, al pasar bastante de mi tiempo en el acuario, el guardia empezó a asustarse. Se me fue acercando hasta quedar con poco espacio entre nosotros; parecía preocupado. Me dijo que si tenía tanto interés en aquellas criaturas podría buscarlas en Google, se hacían llamar: “dalubidas”. Me sentí conmocionada. Luego de esa “conversación” y satisfacción de saber el nombre, me dediqué a observar cada detalle de la dalubida más lejana que había.
¿Cómo representar tanta belleza y tranquilidad? Me sentencié en mi cabeza una y otra vez. ¡Me agraviaba el “síndrome de Stendhal”! Digamos que medía más o menos una mano de una niña de 13 años, su piel dependía de cómo había nacido (eso solo nos hace más similares), unos cuantos tentáculos: por hay 4; sin contar los dos pequeños que tenía terminando la nariz y empezando la zona de espacio entre la boca como si fuera bigote . Di un brinco al ver la frialdad de su postura y ojos. Su hábitat estaba lleno de adelfas, una planta muy venenosa, a la que ni le picaba a los dalubidos.
Podría haberme quedado más tiempo pero el acuario iba a cerrar. En las próximas horas, me límite a investigar… TODO acerca de los dalubidos. Resulta que ellos son unos animales muy sigilosos, astutos y que engañan con la apariencia tan tierna que emanan de su cuerpo a primera vista. La adelfa estaba en su hábitat ya que ellos cargan y descargan energía a través del tipo de comida que les des. Hago un ejemplo: un dalubido come una hoja del laurel rosa, unas horas más tarde aquel dalubido podría darle energía a toda una ciudad. Se sienten como mis héroes al mismo tiempo que mis villanos. Cuando decían que tus pesadillas no existían y que la belleza era maravillosa, estaban completamente equivocados.
La piel de la dalubida es tersa como el terciopelo, brillante y emanando luz, algunas veces tenía un color que se había vuelto mi color preferido: el tornasol. Al meterse al agua se volvía transparente y eso me recordaba el esfuerzo que debía hacer la humanidad para ser así: totalmente transparente. Me sentía intimidada al ver que podía tomar cualquier identidad sin preguntarle a nadie. Tenía miedo que hiciera eso con la mía…
De cuando en cuando se me fue pasando esa obsesión por aquella criatura hasta que la volví a ver. Sus ojos brillaban más que el Sol, me estaban quemando. Su cuerpo tan expuesto y libre, con simpleza y tranquilidad. Un leve sonido emitió de mi boca al volverlos a ver, creí que era inaudible para ellos. Pensaba que sus ojos y movimientos no podían ser más intensos pero me equivoqué.
Al instante, noté que estaba del otro lado del cristal. En otra dimensión, tenía un aspecto irreal. Bajé mis ojos con calidez a mi cuerpo, mi tersa piel tenía el color tornasol por todos lados. No sé si fue por tanto color en mis ojos o el echo de que me convertí en dalubida; pero me maree. Al instante en que me recuperé, miré a mi alrededor. Los demás dalubidos ni se inmutaron al verme llegar del otro lado del cristal. Fue un poco desesperante. Me fascinaba observar a los dalubidos, no convertirme en una. Yo ya tengo identidad, vida propia a la cual amo y respeto. Extrañaba la calidez de la humanidad que no se lograba ver del otro lado del cristal hasta que… Los dalubidos me empezaron a hablar sin mover un pelo, solamente movían sus tentáculos que se hacían pasar por bigotes. Lo hacían más como reflejo. Me posé lo más cerca posible del cristal hasta que vi mi cuerpo tieso mirando la vitrina. El ser que estaba en mi cuerpo, estaba inerte. Yo sé que estaba pensando, lo sabía, porque yo estuve en aquella piel.
Me sentía tan extraña, como si compartiera todo y nada con la persona que estaba al frente. No supe cómo manejarlo, sus ojos representaban ternura, me querían expresar un montón de sentimientos; de repente, me di cuenta que ese reflejo era la última parte humana que quedaba de mi en ese cuerpo.
Estar en ese acuario del otro lado de esa cabina era muy solitario y más cuando nos encontrábamos en la parte más lúgubre de todo el acuario y la gente no se atrevía a pasar por ahí. Los días me los pasaba estática mirando a la nada o de vez en cuando aparecía el ser vivo de ese cuerpo; supongo que ya no me pertenecía.
Los días se volvieron semanas. Al llegar a ese estado quedé atemorizada y deshecha. Tuve que acostumbrarme y darme cuenta que esa era mi vida ahora. Comencé a crear una rutina, lo cual se hizo cotidiana. No me desagradaba pero extrañaba lo que era antes. Por primera vez quería volver a como era antes, retroceder y nunca mirar hacia delante. ¿Cómo olvidar cómo se sentía esa piel? Esperaba que la dalubida no echara mi antigua vida por la borda: mi familia, compañeros, estudios, lo que en verdad me apasionaba.
Logré desaparecer esos pensamientos terroríficos de mi mente y concentrarme en lo que soy ahora: una dalubida. Al nadar no tenía cuerpo, no veía ni un milímetro de piel. Pareciera que a los demás les agrada eso, no ser nadie, pero a mí no. Disfrutaba de aquello por unos instantes, máximo algunos días. Mi color tornasol dejaría hipnotizado a cualquiera que me mirase. Lástima no tener a nadie cerca. Los recuerdos me invadieron, mis padres abrazándome . De un leve suspiro soñé con mis padres visitandome y felicitándome por el aspecto que tenía ahora. Ellos me preguntaban <<¿Cómo lo haces?>> y yo les respondía que <<Fue sin querer.>>. Claro, los dalubidos no hablan el lenguaje humano.
No entiendo al tiempo, como decidió andar tan lento. Sé que el tiempo es un concepto de los seres humanos; los animales no tienen ni idea si envejecen, solo viven el presente. Un día la dalubida que estaba en mi vida pasada se quedó mirándome más de lo que había hecho las otras veces. Sentí como me recorría el cuerpo detalladamente. Si quería sobrellevar esto, tenía que sacar la postura y dignidad que me quedaban. Encima de eso, ella no estaba sola; la acompañaban dos chicos y una chica. Nunca los conocí cuando estaba en ese cuerpo. Se quedaron boca abiertos al vernos, una forma de inmortalidad, respeto hacia nosotros. Al final de cuentas parece que la dalubida se apropio de esa vida, hasta creo que busco a la víctima perfecta para cometer su crimen: a mi. Los que parecían ser sus nuevos amigos tenían un aire pesado, se veían atontados por la belleza de los dalubidos, nuestra belleza.
Sentí la ímpetu con la que nuestros ojos deambulaban hasta encontrarse con la de ellos. Yo estaba petrificada pero hago la similitud cuando la criatura era una dalubida y se mostraba tan serena. No me daba cuenta si me estaban juzgando, examinando, pero era consciente de que no estaban felices entre ellos al vernos.
Noté que ya no me acordaba de mis recuerdos humanos. Las pupilas se me dilataron y los ojos se me pusieron más húmedos que de costumbre. El vació me fue consumiendo. Ya estaba en una burbuja, protegida de todo pero ¿a qué costo?. Era más una jaula que protección. ¿De qué servían increíbles poderes sino explotaba mi potencial?
Logré ver con mis húmedos ojos que los jóvenes iban saliendo y los dalubidos a mi alrededor se fueron escondiendo. Quedé cara a cara con ella, mi espejo. Los pocos recuerdos que me quedaban, escuché el suspiro de unas cuantas personas que me decían: <<Nadie te puede quitar tu identidad ni tu nombre.>> y eso se intensificaban cada vez más en mi cabeza. De solo sentirlo tuve una rabia infinita porque aquella dalubida me había robado todo lo que tenía y ella era más que consciente de eso.
Quedé un poco adormecida, tenía que saber el por qué. Mi ex-cuerpo dio un paso al frente. Me escabullí hacia ella con mis cuatro tentáculos. Nos quedamos mirándonos; aparte del silencio que había antes, este es completamente nuevo: es más profundo. Como si antes de ese momento hubiéramos tenido una conversación muy entretenida. No obstante, no me dio miedo al estar tan cerca de ella. Lo único que nos separaba eran los milímetros del cristal.
Más tarde logré ver su intención tan oscura y profunda. El miedo que me produjo en ese instante. Fue como si me echaran un balde de agua helada. Vi todo su cuerpo y las emociones que se notaban en su físico. El problema era que se percibía como luchaba contra sus emociones. Mientras la fulminaba con la mirada, ella tenía la mirada ida, absorta. Nos presenciábamos sin aire, apenas vacilábamos. Le di demostraciones de porqué debía tenerme miedo en lugar de sentirse superior a mi. Le mostré cómo podía robar identidades , que podía deslumbrar. Ahí sucedió. Nuestras miradas se encontraron, todo el tiempo, siempre fuimos, las mismas. Un espejo, ambas con derechos a vivir. Solo que una enjaulada y la otra en toda libertad. Me quedé paralizada, mi corazón paró por no sé cuantos minutos, sentí como me venía abajo, como mi mundo se derrumbaba. La que ahora estaba en libertad se acerca más al cristal cuando pone su mano encima. De seguido yo pongo un tentáculo, lo más lento posible; estaba aterrorizada. Entonces, me sonrió, ella sabía exactamente todo.