Hoy llegué muy temprano al colegio y de pura casualidad me dejaron entrar. Los pasillos parecían solitarios pero empecé a escuchar gemidos. Muy curiosa o, mejor dicho: chismosa; seguí el sonido. Me topé con una chica común disfrutando todo lo que el chico le hacía. El chico está muy guapo; notó mi presencia y yo me quedé estática. Mientras se besaban, él no paraba de mirarme con una sonrisa coqueta. Salí de ahí; no me saqué de la cabeza esos pensamientos en toda la mañana.
Después, el misterioso "modelo" se acerca a mi mesa y ahuyenta a mis compañeras. Se sienta muy pegado a mí, tanto así que mi pelvis choca contra la punta de la mesa. Jadeé más fuerte de lo que creí; no puedo creer que él está disfrutando esta situación. Que pena y más en frente de muchos compañeros. Sus cejas se han elevado, puedo alcanzar a ver una sonrisa y posee una postura imponente.
-Hola, si no estoy mal tú eres la que me estaba espiando esta mañana.- Maldita sea su voz...Va presionando su pelvis contra mi cola.
-¿Quién dijo? Yo solo estuve en el lugar y tiempo incorrecto.- Necesito ponerme a la defensiva.- Además, no es mi deber darte explicaciones.
-¿No te gustaría... ya sabes?- Su mano asciende desde mi muslo, llegando a mi muslo interno.
-Mis disculpas, claro que quiero pero no contigo. Y si tú quieres, tienes una chica que supongo que es tu novia detrás tuyo las 24 horas del día.- Intento encontrar algún argumento en su contra.
-¿Ella te dijo eso? Yo no soy de nadie, preciosa.- Inspiro su olor. Se acerca a mi oído y susurra algo que me deja atónita.- Piénsalo: no seremos exclusivos, siempre que gimas dirás mi nombre y no me buscarás si no es para fornicar.- Luego, desaparece por la multitud.
Unas horas más tarde, siento que me estoy mojando en estos segundos. Le pido al profesor que me deje ir al baño. Me llevo una sorpresa cuando me encuentro a Stefano. Él me mira de arriba a abajo y viceversa con ojos brillantes.
-Dime que estás mojada.
-Lo estoy.- Es lo único que puedo articular. Me toma del jean y me sube a la encimera del baño.
-No haré nada que tú no quieras.-Mantiene unos centímetros de distancia.
-Puedes enseñarme, sé la teoría pero no tengo práctica.
-Abre las piernas.-Me ordena y yo obedezco.
Una de sus manos entra en mi pantalón y acaricia mi ropa interior. Lo tomo del brazo para intentar que pare, en pocas palabras, él no paró. Posteriormente, bajó su cara hasta mi entrepierna y lamió toda la zona húmeda. Por más de que mi exnovio es genial en estas cosas, en lo único que pienso es en esos labios gruesos y ojos negros de la mañana. Me imagino con él, me pregunto cómo se llamará. Apuesto a que el coge rudo y con ganas.
-¿Si te digo que te voy a dejar cojeando, me creerás?- Señalaría mi vulva sin dejar de mirarme.
-Tendrás que demostrarlo para poder creerlo.- Una sonrisa se escapa de mis labios.- ¡Ah... Dane!
Mas eso nunca pasa, no por el momento.