Ya no lo soporto. Rogué por acordarme sobre hacer un torniquete, mis plegarias fueron escuchadas y no sirvieron de nada. La sangre sigue brotando por mi muslo derecho en grandes cantidades. Luché y acabé en este agujero de mala muerte. Mi barba, crespa al igual que enredada, lucía en todo su esplendor gotas de sangre por todas sus extensiones. Hace frío, está oscuro y el suelo es húmedo. Oigo sonidos y rápidamente empuño mi arma. Se acerca y... Es una maldita rata. Pasé de ser el depredador a una presa, genial. Le disparo hasta que no mueve ni un músculo. Fantástico, se me han acabado las balas. ¿Por qué acepté el trabajo en el laboratorio? Dinero, la respuesta es fácil. Yo qué iba a saber sobre los experimentos que desarrollaban aquí. La catástrofe dio inicio cuando una jodida mantis gigante le cortó la cabeza a una docena de trabajadores. Los de mi equipo han desaparecido, si es que no los asesinaron las criaturas. Mientras ellos velaban por nuestra seguridad, yo me ocupaba de una reclusa loca que al entablar conversaciones se convirtió en mi amiga.
Me esmeré en salvar a Halle, una científica tildada de loca dado a que quería ayudar a los animales en lugar de maltratarlos. No secundo su opinión pero no merecía ese trato. Terminó encerrada en las vieja cabinas, en el subterráneo. Una mierda, nadie se acordaba de su existencia de no ser por mí. Llegué sumamente tarde, hubo una fuga en las tuberías y todo el piso se encontraba inundado hasta el techo. Nadé, aguanté la respiración y al abrir la cabina su cuerpo flotaba inerte por la estancia.
Arde. Por el apuro de salir del lugar, una puerta se cerró, aprisionando mi oreja y arrancó el piercing de un tirón. Adiós oreja completa. Las luces titilaban en los pisos arriba mío. El agujero comienza a llenarse de agua rosácea por los toques de sangre.
En conclusión: no hice nada en mi jodida vida, nadie importante a quien hacerle panqueques. ¿Fue en vano? Mi contienda interna no sirvió.
Espero. Será como echarse una siesta.
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