"¡Matrona, Matrona!", gritaban a mi alrededor. La calma se esfumó del prostíbulo en el momento en el que entró la figura misteriosa. Todas las chicas corren a diestra y siniestra probándose trajes, mejorando su maquillaje, peinando sus largos cabellos entre ellas, con los segundos que faltan.
Nada que ver conmigo, soy el patito feo, sonrío en mi mente por la comparación que me dediqué. Utilizo un vestido de cabaret y sostenía un abanico y un látigo entre mis brazos. Además de mi voz, estos objetos las hacen arrinconarse en una esquina por el terror de la expectación. "Aceleren el paso.", vocifero. Mi vida no ha sido fácil, empero, me ha tratado de maravilla comparado con ellas. Al salir del colegio, mi familia se ahogaba en deudas y pensé en una forma rápida de hacer dinero. Le hice una propuesta a las que se graduaron conmigo y ellas aceptaron con extremo desespero por situaciones personales.
La mayoría de las personas nos ve con lástima o asco pero, yo siento que debería ser todo lo contrario. Asgo mis manos en las cadenas de mi vida, yo decido, yo me muestro ante el mundo tal y como soy y eso me genera fuerza. Que piensen lo que se les venga en gana, llámennos "putas", sean irrespetuosos que al final los depravados y miedosos de mostrarse como son, son otros. Pude haber sido mesera o buscar en una empresa que me acepte con el currículum que poseo, sin embargo, fue por elección propia ser matrona.
Suena la campana y todas se ponen en una fila. Una misteriosa persona -con capa y máscara- entra en la estancia. Pasea sus ojos por todas nosotras. "Ojo, no somos objetos, le estamos ofreciendo un servicio.", le dejo en claro. A su lado, reposaba un acompañante. El encapuchado le susurra algo y su acompañante se gira hacia mí. "Quiere su servicio, Matrona.", todas permanecemos estáticas. Al fin y al cabo, yo también trabajo de aquello. Lo escolto a los aposentos más lujosos del prostíbulo. Luce alguien forrado en plata.
Nos sentamos en una mesa y quedamos frente a frente. Se quita la capucha y la máscara... ¡Es una chica! Qué exótica, la primera que veo que no tiene pena. Noto que hace parte de mi bando. Abro bien grande los ojos como si no fuera real. "¿Le da asco mis gustos?", me pregunta. Para nada, le hubiera dicho. "Claro que no. Me ofende, señora. Hay muy pocas personas que se muestran... como son.", le digo. "Entonces brindemos por las personas estrafalarias que siguen en el mundo.", alza dos copas llenas de vino y me tiende una. "Que sea en el universo.", respondo. Lo que oigo a continuación es el tintineo de las copas, chocar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario